Tu rutina diaria puede ser tu felicidad constante cuando envuelves con pasión cada cosa que haces sacando lo mejor de ti mismo en cada instante. Instantes repletos de emoción y de intensidad donde tu consciencia es tu presencia.

Eres consciente de tu capacidad para lograr tus objetivos a corto y largo plazo. Logras que un manantial de positividad se despliegue como alma incesante del Universo iluminando cada paso que das, haciéndote crecer paso a paso mientras disfrutas del dulce sabor de la vida, mientras te deleitas con el suave olor de la inmensidad.

Iluminas el día a día que tienes por delante y que sólo por ti mismo puedes ver desde el prisma inmenso del «yo consciente». Consciencia que se consigue bañándote en la energía de cada uno de tus latidos. Baños de positividad que provocan en ti las emociones más intensas, provocan la expresión de tu ser más íntimo causando un torbellino de plenitud.

Y es que la plenitud implica ser capaz de disfrutar y de aceptar tanto la alegría como la tristeza en ciertos momentos. Momentos que sirven para eliminar energía innesaria y recargarte de ganas de vivir, de aprender de cada momento, de cada situación,de cada persona que se pone frente a ti. Huracanes de emociones que tienes que ser capaz de canalizar y gestionar de la mejor manera posible acorde a tu alma, a tu propio «yo interior».

Cuando haces caso a tu «yo interior», enfocas toda tu energía en tus principios y comienzas a avanzar por la senda de la luz, sigues tu propio instinto visualizando cada paso que das como una pequeña parte de un todo. Visualizas tu presente, una gran parte de un todo donde la conciencia invade todos tus sentidos.

Y es que nosotros mismos somos los que elegimos entre vivir en plenitud o, por el contrario, negar tu existencia dejándote llevar por lo absurdo de lo material, dejándote comprar tu alma por emociones temporales que no llevan a ningún sitio.

Si fueses capaz de aceptar que la plenitud de las cosas, que la emoción vital y plena la tienes delante de ti mismo te ahorrarías muchos disgustos y anhelos innecesarios, sólo tienes que desaprender, eliminar prejuicios de tu mente que limitan tus emociones, creer que existe algo más allá que a veces es incomprensible pero que, sin dudas, eres capaz de sentir. Difícil describir algunas sensaciones únicas que muy pocos somos afortunados de vivir, sensaciones que ni siquiera necesitan explicación, porque lo que es, es, no hay más…

Demasiadas preguntas en este mundo tan completo y relativo, pocas emociones vividas plenamente sin tapujos, sin filtros de percepción. Y tan sencillo que es conseguirlo, tan sólo quitándote tu velo de pensamientos, dejando fluir sensaciones como estoy haciendo yo ahora mismo mientras escribo este artículo, dejándome llevar por el Universo de mi alma que es quien mueve mis dedos ahora mismo, quien pulsa las teclas de mi ordenador, quien me impulsa a aprender de este momento.

Tú mismo tienes en tus manos la capacidad de visualizar el arco-iris entre la montaña de tus emociones. Un arco-iris que se retroalimenta de tu presente, de tu forma incipiente de captar y trasmitir la belleza en tus actos, en tus emociones, en tu persona que es tu alma.

Mientras camines de la mano de tu alma, nunca perderás el camino de la luz, aunque a veces ese camino te haga pasar por terrenos borrascosos, pequeñas nieblas que te lleven poco a poco a un amanecer más intenso.

Y ahora sí, mis queridos lectores, vuelvo con más patriciadas que nunca, con muchas ganas de trasmitiros nuevas emociones que he vivido en estos meses de reflexión en los que no he podido prestarle mucha atención a patriciadas de la vida. Pero ahora sí, ahora puedo escribir con mi alma en mis manos, sin dejar de ser «patriciadas de la vida», siendo fiel a mis principios, compartidos con vosotros.