Pues sí, soy sensible, no tengo miedo a esconderlo. ¿Sabes por qué? Porque ser sensible va más allá de reír o llorar. No es sentirse ofendido, ni tener tolerancia cero con comentarios, no. No va de ser una persona irascible, tampoco. No va de ser intransigente y no aguantar, no. No tiene nada que ver con eso.
Ser sensible implica percibir esas fuerzas ocultas que involuntariamente bloqueamos, por prejuicios, cultura, miedos u otras causas que no nos abren 100% los sentidos. Y es que los sentidos no son sólo el gusto, tacto, olfato, oído y vista porque ¿cómo podemos llamar al sentido de los sentidos?¿al sentido de las sensaciones?.
La sensibilidad elimina las barreras de la percepción, es una apertura a sentimientos encontrados. Es sentir un pálpito en tu interior que te abre hacia un mundo de emociones.
De repente, empiezas a oler el sonido, escuchas los olores, tocas sensaciones, vuelas…Comienzas a sentirte libre percibiendo 100% lo que te rodea como un «aquí y ahora». Tocas las estrellas y las acercas, te deslumbra el sol, te metes en una peli y comienzas a nadar en un mar inmenso de romanticismo. Un presentimiento que se transforma en sensación y que, sin saber cómo, nos hace pensar de una forma u otra.