
Siempre me he preguntado porqué me influye tanto la música, las melodías incesantes de la calle, incluso los ruidos. Siempre me he sorprendido al verme mover mi cuerpo al compás de la música, muchas veces sin ser consciente de ello, meneando la cabeza o las manos, las caderas, dejándome llevar y confiando en la melodía y armonía de una canción pegadiza, de esas que llegan a tu cabeza sin saber cómo ni porqué pero que tarareas cada dos por tres.
Otras veces creas tu propio compás natural, escuchas los instrumentos de la calle llevando el ritmo de un fondo musical y creas tu propia orquesta «dando la nota». Como por ejemplo, este tema tan conocido de Michael Jackson y que me ha pegado mi compañera cuando la he descubierto tarareándola, una canción que invita a moverte, te llena de energía.
Me llama la atención la gran cantidad de emociones amplias y variadas que te puede aportar la música: alegría, tristeza, emoción, acción, miedo, relajación…y es que la música es además una «manifestación cultural universal» . Tiene su origen en la prehistoria surgiendo de una gran necesidad de comunicación.
Los primeros instrumentos de percusión, flautas u otros instrumentos de viento se crearon en la antigüa Grecia donde muchos filósofos y eruditos acompañaban de poesías la música que utilizaban para predicar sus conocimientos y pensamientos. Aunque no es hasta la «Edad Media» cuando comienzan a aparecer las primeras notas musicales con «el canto gregoriano».